Por: Rosa Miriam Elizalde
FILADELFIA-ROMA.-Hemos llegado a Roma a las diez de la mañana (4:00 am, en Cuba), después de ocho horas en las que los periodistas cargamos un extremo agotamiento al poner un pie en el Aeropuerto de Ciampino. Han sido diez jornada de 20 horas de trabajo, como mínimo. Sin embargo, el Papa Francisco, con alto nivel de adrenalina por la emoción de la víspera y sin mostrar asomo de cansancio, ha respondido por casi una hora todas las preguntas que le hemos hecho, puestos de acuerdo previamente por grupos según el idioma de los reporteros que van el vuelo (español, italiano, inglés y francés).
Los temas son los ecos de aquellos que ha venido abordando en Washington, Nueva York y Filadelfia, las tres últimas paradas en un viaje que la Santa Sede considera uno solo y siguió la ruta Cuba-Estados Unidos. Y también, el anuncio del acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC-EP, “una voluntad que existe de ambas partes”, asegura el pontífice. Entre otras muchas cosas, afirma que los muros para impedir la llegada de los migrantes, “antes o después caerán, caerán todos”, y no son la solución, porque solo hacen que aumente el odio.
Jorge Bergoglio comprende por qué las familias no perdonan en casos de abuso sexual, habla de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar y de su reciente reforma sobre las nulidades matrimoniales, explicando que no se trata de un “divorcio católico”. Añade que ama al pueblo chino y que le gustaría visitar ese país.
Fue una conversación animada, distendida y por momentos, de emociones fuertes. Con esto termina el viaje que comenzó el 19 de septiembre a bordo del avión de Alitalia de Roma a La Habana. La última imagen que tenemos del pontífice es el de un saludo a todos los periodistas, una gesto de adiós con la mano y una sonrisa: “Adiós, adiós, buen trabajo”, a lo que sobreviene un cerrado aplauso. Con la misma se da la vuelta y se pierde en el pasillo, en dirección a la zona próxima a la cabina. Ciao Francisco.
A continuación, la transcripción de la conferencia de prensa, queCubadebate reproduce en simultáneo con los medios internacionales que acompañaron al Papa.
-Fue su primera visita a Estados Unidos: ¿Qué le sorprendió de y qué fue diferente?
-Sí, fue la primera visita, nunca estuve aquí. Me han sorprendido las miradas, el calor de la gente, tan amable, una cosa bella y también diferente. En Washington (tuve) un recibimiento caluroso pero un poco más formal, en Nueva York un poco extralimitado, y en Filadelfia, muy expresivo. Tres modalidades diversas, pero la misma acogida. Me ha impresionado mucho el recibimiento en las ceremonias religiosas y también por la piedad, la religiosidad. Se veía a la gente rezar y esto me impresionó mucho, mucho; era bello.
-¿Hubo alguna provocación, algún hecho indeseable?
-No gracias a Dios no. Todo fue bien, no hubo ninguna provocación, todos educados. Ningún insulto, no, ninguna cosa fea. No, no. Tenemos que continuar trabajando con este pueblo creyente y como han trabajado hasta ahora, acompañando al pueblo en el crecimiento de sus cosas buenas y en sus dificultades, acompañándoles en la alegría, en los momentos malos, en las dificultades, cuando no hay trabajo, en la enfermedad. El desafío de la Iglesia, ahora comprendo bien, es el de ser como ha sido siempre, próxima a la gente, próxima al pueblo de los Estados Unidos, con proximidad. No una Iglesia separara del pueblo, sino próxima. Este es un desafío que la Iglesia de los Estados Unidos ha entendido bien, lo ha entendido.
-¿Filadelfia ha tenido muchas dificultades por los abusos sexuales. Sorprendió el hecho de que, hablando con los obispos en Washington, usted hubiera ofrecido consuelo a la Iglesia. ¿Por qué sintió la necesidad de ofrecer compasión a los obispos?
-En Washington hablé a todos los obispos de los Estados Unidos, estaban de todas partes. Sentí la necesidad de expresar la compasión porque pasó una cosa feísima. Y tantos sufrieron que no sabían esto o cuando surgió la cosa sufrieron tanto, hombres de iglesia, de oración, verdaderos pastores, y yo dije que sabía que ellos, usé una palabra de la Biblia, (venían) del Apocalipsis: vosotros estáis viniendo de la gran tribulación y eso es lo que sucedió, fue una gran tribulación, pero no solo (se produjo) el sufrimiento afectivo, es lo que he dicho hoy al grupo de las personas abusadas; fue, no digo una apostasía, pero casi un sacrilegio. Cuando los abusos, lo sabemos, están por todas partes, están en el entorno familiar, en el entorno vecinal, en las escuelas, en los gimnasios… pero cuando un sacerdote comete un abuso, es gravísimo porque la vocación del sacerdote es hacer crecer ese niño, esa niña, hacia el amor de Dios, hacia la madurez afectiva, o el bien. En vez de hacer eso lo ha impulsado al mal y por esto es casi un sacrilegio. Y él ha traicionado la vocación, la llamada del señor, por esto en la Iglesia, en este momento, no se debe encubrir.
También son culpables aquellos que han tapado estas cosas, también hay algunos obispos que han tapado esto. Es una cosa feísima y las palabras de consuelo no son decir: estate tranquilo, no es nada. No, no, no. Ha sido así, pero ha sido tan feo. Me imagino que han llorado tanto; en ese sentido han sido esas palabras. Y hoy he hablado duro.
-Usted ha hablado mucho del perdón, que Dios nos perdona y los que a menudo estamos pidiendo perdón somos nosotros. Hay muchos sacerdotes que han metido abusos sexuales en perjuicio de menores y no han pedido perdón a sus víctimas. ¿Usted los perdona? Y por otra parte, ¿usted entiende a las familias que no logran perdonar no quieren perdonar?
-Si una persona ha hecho mal, es consciente de lo que ha hecho y no pide perdón, yo le pido a Dios que lo tenga en cuenta. Yo lo perdono, pero él no recibe el perdón. Está cerrado al perdón. Una cosa es dar el perdón. Todos estamos obligados a perdonar, porque todos fuimos perdonados, pero otra cosa es recibir el perdón y si ese sacerdote está cerrado al perdón no lo recibe porque él cerró la puerta con la llave desde adentro y lo que queda es rezar para que el Señor le abra esa puerta. O sea, para dar el perdón hay que estar dispuesto, pero no todos lo pueden recibir, lo saben recibir o no están dispuestos a recibirlo. Es duro lo que estoy diciendo y así se explica que haya gente que termine su vida dura, mal, sin recibir la caricia de Dios. ¿La segunda pregunta cuál era?
-¿Usted entiende a las víctimas y sus familias que no han logrado perdonar o no quieren perdonar?
-Sí, los comprendo, rezo por ellos y no los juzgo. Una vez en una de estas reuniones me encontré con varias personas y una mujer me dijo: “cuando mi madre se enteró que me habían abusado, blasfemó contra Dios, perdió la fe y murió atea”. Yo comprendo a esa mujer. La comprendo. Y Dios, que es más bueno que yo, la comprende. Y estoy seguro que a esa mujer Dios la ha recibido porque lo que fue manoseado, lo que fue destrozado era su propia carne, la carne de su hija. Yo la comprendo. Yo no juzgo a alguien que no puede perdonar. Rezo y le pido a Dios porque Dios es un campeón en buscar caminos de solución. Pido que lo arregle.
-Padre, sobre todo gracias por este momento. Todos lo hemos sentido hablar tanto del proceso de paz en Colombia, entre las FARC y el gobierno. Ahora hay un acuerdo histórico. ¿Usted se siente un poco parte de este acuerdo? Usted había dicho que iba a ir a Colombia cuando hubiese el acuerdo, ahora muchos colombianos lo están esperando. Y otra (pregunta) pequeñita, usted ¿qué piensa cuándo pasó este viaje tan largo y el avión se va?
-La primera. Cuando tuve la noticia de que en marzo se iba a firmar el acuerdo le dije al señor: “Señor hace que lleguemos a marzo, que se llegue con esta bella intención porque faltan pequeñas cosas, pero la voluntad existe, de ambas partes, de ambas partes”. Existe. También en el pequeño grupo, por lo tanto están de acuerdo. Tenemos que llegar a marzo al acuerdo definitivo. Queda el punto de la justicia internacional. Yo me quedé contentísimo y me sentí parte en el sentido de que yo siempre quise esto. Hablé tres veces con el Presidente Santos sobre este problema, y la Santa Sede está muy abierta a ayudar como pueda.
Lo otro, esto es un poco personal pero debo ser sincero. Cuando el avión parte después de una visita me vienen las miradas de tanta gente, me vienen las ganas de rezar por ellos, decirle al señor: “Yo vine aquí para hacer algo, para hacer el bien. Tal vez hice mal, perdóname pero custodia toda esa gente que me ha visto, que ha pensado las cosas que yo he dicho, me ha escuchado, incluso los que me criticaron y por todos siento esto”. No se, me viene. Me perdone, es un poco personal. Esto no se puede decir en los periódicos.
-Santo Padre, quería hacer una pregunta sobre las relaciones de la Santa Sede con China y sobre la situación en este país, que es bastante difícil también para la Iglesia católica. ¿Qué piensa de esto?
-China es una gran nación que aporta al mundo una gran cultura y tantas cosas buenas. Yo dije una vez, en el avión cuando estábamos sobrevolando el país, volviendo de Corea que me gustaría mucho ir a China. Yo amo al pueblo chino, lo quiero mucho. Yo deseo que existan las posibilidades de tener buenas relaciones, buenas relaciones. Tenemos contactos, hablamos e iré más adelante. Para mí tener un país amigo como China, que tiene tanta cultura y tanta posibilidad de hacer bien, sería una alegría.
-Quería preguntarle sobre la crisis migratoria. Muchos países están construyendo las nuevas barreras de alambre de espino. ¿Qué piensa sobre esto?
-Usted ha usado una palabra: crisis. Se convierte en un estado de crisis después de un proceso largo. Esto es el resultado de un proceso de años, porque las guerras de las que aquella gente huye son guerras de años. El hambre es hambre de años. Cuando yo pienso en África, esto es un poco simple, eh, pero lo digo como ejemplo. Pienso en África, el continente explotado y ahora vienen las guerras rivales, pero tienen detrás intereses económicos. Y yo pienso que antes de explotar un continente, un país, una guerra, se podría hacer inversiones para que aquella gente tengan trabajo; eso evitaría esta crisis.
Es verdad, es una crisis de refugiados, como he dicho al Congreso (de EEUU), nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial. Y usted me pregunta sobre las barreras. Usted sabe cómo terminan los muros. Todos todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución. En este momento Europa está en dificultades es verdad. Debemos ser inteligentes porque viene toda aquella ola migratoria y no es fácil encontrar soluciones. Pero con el diálogo entre países deben encontrarlo. Los muros nunca son la solución. En cambio, los puentes sí. Siempre. Siempre. Eso es lo que pienso sobre los muros y las barreras. No son una solución. El problema permanece y permanece con más odio.
-Santo Padre, usted no puede obviamente anticipar el debate de los padres sinodales. Lo sabemos perfectamente, pero queríamos saber si antes del Sínodo en su corazón de pastor. Queremos saber si su «motu proprio» sobre la regulación de la nulidad ha cerrado este debate. ¿Qué responde a aquellos que temen que con esta reforma la creación de facto del llamado divorcio católico?
–Empiezo por la última. En la reforma de los procesos, he cerrado la puerta a la vía administrativa, que era la vía por la cual podía entrar el divorcio. Y se puede decir que aquellos que piensan en el divorcio católico se equivocan, porque este último documento ha cerrado la puerta al divorcio que podía entrar por la vía administrativa.
Siempre está la vía judicial. Después, la reforma la habían pedido la mayoría de los padres sinodales en las reuniones del año pasado. Hacía falta reducir los procesos. Había procesos que duraban diez, quince años. Una sentencia, y luego otra sentencia, y una apelación y otra apelación y no se terminaba nunca. La doble sentencia, cuando era válida, fue introducida por Benedicto XIV, porque en Centroeuropa, no digo el país, había algunos abusos, y para pararlos él introdujo la doble sentencia. Pero no es una cosa esencial al proceso. Los procesos cambian y la jurisprudencia cambia y se mejora siempre. Este documento, estemotu proprio, facilita los procesos en el tiempo, pero no es un divorcio, porque el matrimonio es indisoluble cuando es sacramento, y esto la Iglesia no lo puede cambiar, es doctrina, es un sacramento indisoluble.
-Santo Padre, usted visito a las Pequeñas Hermanas de los Pobres, y nos dijeron que usted quería mostrar su apoyo para ellas y de su caso en la corte. Y, Santo Padre, ¿usted también apoya a las personas, incluso funcionarios del gobierno, que por objeción de conciencia no llevarían adelante por ejemplo una legislación en favor del matrimonio homosexual? ¿Usted apoyaría también este tipo de reivindicaciones en el marco de la libertad religiosa?
-No puedo conocer todos los casos que pueden existir de objeción de conciencia. Pero sí puedo decir que la objeción de conciencia es un derecho que entra en cada derecho humano. Es un derecho. Y si una persona no permite hacer objeción de conciencia, niega un derecho. En cada estructura judicial debe entrar objeción de conciencia porque es un derecho, un derecho humano. En caso contrario, terminamos en la selección de los derechos: este es un derecho de calidad, este es un derecho de no calidad, este… Es un derecho humano, eh. A mi siempre, y esto va en mi contra, siempre me conmovió cuando de joven leí muchas veces “La Chanson de Roland”, cuando estaban todos todos los mahometanos en fila y delante estaba la pila bautismal, o la espada. Y tenían que elegir. No le estaba permitido la objeción de conciencia. No, es un derecho y si tenemos que hacer paz, hay que respetar todos los derechos.
-Incluyendo también a funcionarios gubernamentales…
¡Es un derecho humano! Si el funcionario de gobierno es una persona humana, tiene ese derecho. Es un derecho humano.
–Usted en la Onu utilizó palabras muy fuertes para denunciar el silencio del mundo ante la persecución de los cristianos que son privados de sus casas, son privados de sus bienes, esclavizados y ademas brutalmente asesinados. Ahora el presidente Hollande anunció el inicio de bombardeos de parte de Francia contra las bases del sobre Isis, en Siria. ¿Qué piensa de esta acción militar?. ¿Por otra parte, también una curiosidad, el alcalde de Roma, Ignazio Marino, el alcalde del Jubileo, declaró que vino a la misa del Encuentro Mundial de Familias porque usted lo invitó. ¿Cómo fueron las cosas?
-Empiezo por la segunda: yo no invité al alcalde Marino ¿claro? No lo hice y le pregunté a mis colaboradores y ni siquiera ellos lo invitaron. Él se dice, católico y vino espontáneamente. Es claro.
La otra sobre el bombardeo. En verdad tuve noticia la noticia antes de ayer y no leí, la verdad es que no conozco bien la situación. Escuché decir que Rusia tenía una posición, los Estados Unidos aún no estaba claro. La verdad, no sé que decirte, no entendí bien la cosa… Pero cuando escucho la palabra bombardeo, muerte, sangre, repito lo que dije en el Congreso y en las Naciones Unidas: hay que evitar estas cosas. Pero no sé, la situación política no la juzgo porque no la conozco.
–Santo Padre, por primera vez ha visitado EEUU, ha hablado ante el Congreso, ante Naciones Unidas, se ha llevado auténticos baños de multitudes. ¿Se siente más poderoso?. Y quería preguntarle también, porque le hemos escuchado destacar el papel de las mujeres, las monjas en EEUU, ¿veremos alguna vez sacerdotes en la Iglesia católica, como piden grupos en EEUU y como tienen otras iglesias cristianas?
-Las monjas en EEUU han hecho maravillas. En el campo de la educación, en el campo de la salud… El pueblo de EEUU ama a las monjas; no sé cuánto ama a los curas, pero a las monjas las ama, las ama mucho. Son buenas, son mujeres estupendas, estupendas. Cada una sigue a su congregación, sus reglas, hay diferencias… Pero son magníficas. Y por eso yo me he sentido en la obligación de agradecer todo lo que han hecho. Una persona importante del gobierno de EEUU me ha dicho en estos días: “Yo, lo que tengo de cultura, se lo debo primeramente a las monjas”. Las monjas tienen escuelas en todos todos los barrios, ricos, pobres, trabajan con los pobres en los hospitales. Esta era la primera, de la tercera me acuerdo, ¿y la segunda cuál era?.
-¿Se siente poderoso después de haber estado en EEUU con esta agenda y de haber tenido tanto éxito?
-Yo no sé si he tenido éxito o no. Pero yo tengo miedo de mí mismo. Porque me siento siempre débil, no sé, en el sentido de no tener el poder. También el poder es una cosa pasajera, hoy está y mañana no está. Es importante si tú con el poder puedes hacer el bien. Y Jesús ha definido el poder: el verdadero poder es servir. Hacer los servicios más humildes. Y yo tengo todavía que avanzar en este camino del servicio, porque siento que no hago todo lo que debo hacer. Ese es el sentido que yo tengo del poder.
Y en tercer lugar, las mujeres sacerdotes. Eso no puedo hacerlo. El Papa San Juan Pablo II, después de largos largos tiempos de reflexión, lo dejó dicho claramente. ¡No porque las mujeres no tengan la capacidad! Mira que en la Iglesia son más importantes las mujeres que los hombres. Porque la Iglesia es mujer. La Iglesia, no el iglesia. La Iglesia es la esposa de Jesucristo. Y la Virgen es más importante que los papas y los obispos, y que los curas. Hay una cosa que debo reconocerte: nosotros estamos un poco con retraso en una elaboración de la teología de la mujer; debemos avanzar en esa teología. Eso sí es verdad. Gracias.
–Santo Padre, en EEUU usted se ha convertido en una estrella. ¿Es bueno para la Iglesia que el Papa sea una estrella?
-¿Tú sabes cuál era el título que usaban los papas y que se debe usar? Siervo de los siervos de Dios. Es un poco diferente de una estrella. Las estrellas son bonitas para verlas. A mí me gusta mirar cuando el cielo está sereno, en verano… Pero el Papa debe ser, debe ser, el siervo de los siervos de Dios. Sí, en los medios de comunicación se usa esto, pero hay otra verdad: cuántas estrellas hemos visto que después se apagan y caen. Es una cosa pasajera. En cambio, ser el siervo de los siervos de Dios es bueno; eso no pasa. No sé, así lo pienso.