Publicación Original en Cubano1er.Plano
Fidel Castro tiene razón al sugerir que es imposible entender la historia concibiéndola sólo como historia política. Lo mismo que la tecnología, las ideas y los sistemas políticos son resultados del progreso de la humanidad que ocurre de modo desigual.
Por los mismos caminos por los que se domesticó el fuego, se labró la tierra y se elaboraron los metales, surgieron las idea políticas avanzadas, entre ellas la democracia, la principal categoría política creada por el entendimiento humano, el fruto más avanzado de la cultura política y un bien que disfrutan mejor los pueblos cuando alcanzan un mayor desarrollo económico y social y una cultura política más elevada.
Para construir la democracia fue necesario dejar atrás la esclavitud y el feudalismo, terminar con el aislamiento de las diferentes culturas y civilizaciones, promover la Ilustración, alcanzar altos niveles de urbanización, interconectar al planeta, incorporar al Nuevo Mundo, crear el mercado mundial, desplegar la Revolución Industrial, formar los estados nacionales, realizar las revoluciones de los siglos XVIII en Norteamérica y Francia y propiciar el auge de las fuerzas productivas derivadas del capitalismo.
Como parte de esos procesos aparecieron las religiones universales, el liberalismo y el socialismo, el marxismo, la socialdemocracia y el pensamiento socialcristiano. Como la escritura, la aritmética y la poesía, la democracia es compatible con todas las culturas y las ideologías y se realiza mejor donde existen buenas prácticas de gobierno. La idea de que la democracia es exclusiva del capitalismo y o refractaria al socialismo son mitos.
Ya sea que se adopte la teoría evolucionista de Darwin o el creacionismo del Génesis, todas las culturas y todas las civilizaciones nacieron de un tronco común, tienen un mismo origen, transitan por los mismo caminos, alcanzan las mismas metas y tienen un destino común: progresar, progresar y progresar. Ninguna de las tesis acerca del fin del mundo, es consistente con la historia natural, no conviven con el desempeño humano desde el origen del hombre hasta nuestros días ni son coherentes con el devenir económico y social.
Las desigualdades en los niveles de desarrollo provienen de dos hechos:
(1) La precedencia en el desarrollo económico y social se derivó de factores casuales, aleatorios y espontáneos que permitieron que unos pueblos avanzaran más rápido que otros y llegaran primero a determinados niveles de desarrollo.
(2) De las desigualdades sociales surgidas de una aberración que convirtió la precedencia, en la base del paradigma de la conquista y la opresión, que devino vademécum de la humanidad.
Obviamente, el hecho de que unos pueblos alcanzaran primero determinadas fases del desarrollo y dominaran ciertas tecnologías y estuvieran en condiciones de realizar grandes proezas no los hacía mejores que otros; no obstante así lo creyeron sus elites y así se torció el rumbo.
Las comunidades humanas que habitaron Europa, el más pequeño y más homogéneamente poblado de los continentes, disfrutaron de un entorno natural excepcionalmente favorable: climas templados y moderados, suelos apropiados para el laboreo agrícola, agua y energía de fácil acceso (leña y carbón) ausencia de insalvables obstáculos naturales y el Mediterráneo donde durante siglos aprendieron las técnicas de navegación y construcción naval y, llegado el momento, emprendieron la aventura atlántica llegando a América.
Al llegar a América, hacía donde habían partido con afanes de comerciar, los europeos tomaron posesión del Nuevo Mundo, un espacio cuatro veces mayor que Europa, poblado por alrededor de 100 millones de personas. En su descargo pude decirse que aunque sin éxitos comparables aunque con idénticos objetivos y no menos crueldad, algunos pueblos de Asia y Europa Central liderados por Atila (406-453) y Gengis Kan 1167-1227), se lanzaron a la conquista de vastos espacios, cosa que luego exitosamente hicieron los romanos y desde el siglo VII los musulmanes que conquistaron España. Es cierto que los europeos realizaron las Cruzadas pero también lo es que los musulmanes conquistaron España y desde allí invadieron Francia llegando hasta Poitiers (732).
Las luchas por la independencia y la liberación nacional, las grandes batallas contra el colonialismo, el imperialismo y la opresión, son esfuerzos, todavía inconclusos por devolver la historia a su curso original.
Los imperios coloniales, los repartos del mundo, la pretensión de la Alemania fascista de dominar al mundo y la división del planeta en aéreas de influencia entre las superpotencias son como estaciones del “Vía Crucis” humano desde el primitivismo al progreso, empeño en el cual, unos pueblos primeros y otros después, mediante partos felices o angustiosos, avanzan hacía niveles superiores de convivencia.
En ese empeño surgen vanguardias políticas y aparecen fuerzas retrogradas, líderes y estadistas talentosos y consagrados que empujan la historia hacia adelante; así como también sátrapas y demagogos que la estancan y la retrasan.
La América Latina de hoy en medio de enormes tensiones, aunque pacíficamente, avanza por medios democráticos, creando un entorno político que parece irreversible y que deja atrás la era de las oligarquías y las dictaduras para avanzar por caminos que la colocarán en sitiales económicos, políticos y sociales avanzados.
En ese empeño hubo y puede haber fracasos, momentos estelares y días de definición como los que veremos este fin de semana durante la Cumbre de las Américas.
No importa quién gobierne en los Estados Unidos, ni si el presidente Obama es más o menos razonable, honesto y comprensivo, no importa lo que el imperio quiera hacer porque nada puede impedir que en la Cumbre de las Américas, menos Cuba, América Latina cruce el Rubicón.
La hora que con infinita fe anunciaron los precursores y por la que trabajaron los forjadores, llegó. No es un milagro sino un resultado histórico. Habrá otros. Allá nos vemos.