EL INGENIO CUBANO EN LA ERA DEL IPHONE
Cuando mi iPhone se deslizó por la parte posterior del tanque y cayó dentro de la taza del baño, lo saqué inmediatamente. Aunque al principio todo parecía ir bien, pronto se apagó y permaneció sin respuesta.
"Se fastidió", fue el veredicto de Grant, un genio de la tienda de Apple. "Nosotros consideramos que realmente no vale la pena reemplazar los componentes internos de la carcasa de un teléfono roto. Voy a tirarlo y pedir uno nuevo para usted".
Grant me dijo que tendría que comprar un nuevo teléfono por $649 dólares (o un renovado uno por $150). Estaba a punto de salir en un viaje hacia Cuba, donde mi teléfono no iba a funcionar de todos modos. Así que le di las gracias y me fui.
En mi segundo día en La Habana, pasé por una pequeña tienda de efectos electrónicos en el barrio del Vedado y decidí entrar. Busque el aparato inútil en mi bolsa y pregunté: "¿Hay alguien que pueda decirme cómo solucionar este problema?" La mujer del mostrador se dirigió a la parte trasera y regresó con una hoja de papel con una dirección en el barrio de Miramar.
Un muchacho vestido de blanco con gafas Ray-Ban asintió con la cabeza cuando toqué a una puerta de madera verde en el lugar adonde me dirigí. Su nombre era Andy y estaba seguro de que podía solucionar mi problema. Extrajo de los tornillos pequeños que sujetan la cubierta de vidrio del teléfono y comenzó un rápido desmontaje. Tengo que admitir que Andy parecía menos impresionado con mi teléfono elegante de lo que podría haber esperado.
"¿Cuántas veces arreglas un iPhone?", le pregunté.
"Diariamente", respondió.
La explosión teléfonica
"En los últimos dos o tres años, me he percatado de que [los iPhone] están apareciendo", dijo Philip Peters, experto en asuntos cubanos del Instituto Lexington. "Las reformas de Raúl Castro han sacudido el mercado de los celulares. En 2008, cuando levantó la prohibición de los teléfonos celulares para los cubanos, se produjo una explosión en el número de suscriptores".
Al igual que muchos productos en Cuba, los iPhones son a menudo traídos por los turistas o ciudadanos autorizados a viajar al extranjero.
Andy extrajo la placa matriz con un palillo de dientes, lo puso en un recipiente verde, añadió alcohol de una botella de soda y apretó el botón de Power. El aparato vibró fuertemente. Abelito, su socio, dice que ellos aprendieron lo que saben a través de una conexión ilegal a internet. Después de 20 minutos de cuidado tratamiento y limpieza, Andy resucitó milagrosamente mi teléfono, pero la batería tenía poca carga. Traté de pagarle. Él se negó.
"Por lo general, solo se aceptan pagos cuando hemos solucionado el problema", me dijo.
"¡Pero lo hiciste!" Yo sostengo. Él no se dejó convencer.
Un mercado negro
Un día después, en el Hotel Saratoga de la Habana Vieja, me di cuenta de que el portero tenía un iPhone 3. Le hablé de mi batería y me señaló a un hombre delgado, vestido cuidadosamente, entre los jóvenes que merodeaban por el bar. Diez minutos más tarde, Roberto y yo estábamos caminando por una calle fangosa detrás del impresionante y desaliñado edificio del Capitolio, diseñado exactamente al mejor conservado de Washington.
Nos detuvimos frente a una entrada oscura. Roberto me pidió que esperara y subió unas escaleras de hormigón. Minutos más tarde, regresó con una batería de iPhone nueva, en su envoltorio de plástico negro.
Como pago, aceptó una memoria flash de 8-gigabytes, que había llevado. Las unidades flash son valiosas en Cuba, donde el uso de internet está restringido y vigilado. Roberto, estudiante de Arquitectura, me explicó que mientras que "aquí la matrícula es gratuita, usted tiene que comprar libros de texto, papel, bolígrafos, su comida, su transporte". Todo eso cuesta dinero.
Al igual que sus padres aprendieron a reparar obsoletos coches de Detroit, Andy y Roberto han aprendido a ganarse la vida con la tecnología de Palo Alto a la que no tienen acceso oficial. El saludable mercado de reparaciones de teléfonos celulares es el último ejemplo del ingenio cubano que los locales llaman sobreviviendo. Es el capitalismo a pequeña escala trabajando alrededor de un embargo de 50 años y una economía anémica de planificación centralizada.
Dos meses después, mi teléfono funciona perfectamente. La próxima vez que un genio de Apple te diga que no hay esperanza con tu teléfono, considéralo una excusa para visitar La Habana.