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martes, 4 de septiembre de 2012

PAROLE, PAROLE

Por: Eduardo del Llano

Tengo edad suficiente para recordar un montón de palabras y locuciones que estuvieron en boga décadas atrás y luego cayeron en el desuso y el olvido. Algunas merecían mejor suerte, digo yo, algunas eran exquisitas.

Envolvencia: ¿recuerdan esa? Es de los setenta, más o menos. Significaba algo así como armar atmósfera, complicar las cosas. En mi corto Aché, Nicanor dice Me encontré con Georgina, me formó tremenda envolvencia, preguntándome… etc.

Papití, papitisero: más o menos lo mismo que envolvencia. Armar papití era alardear, armar atmósfera. Papitisero es el que actúa así regularmente.

Ando con un material ahí: material, en este caso, significaba una mujer, una hembra, aunque no desestimo la posibilidad de que las féminas la emplearan también para referirse a sus galanes. Una expresión ferozmente sexista, qué duda cabe, pero a mi modo de ver no desprovista de ingenio y hasta galantería. En este país los buenos materiales son extremadamente difíciles de conseguir.

Jerarca: Esa también es de los últimos setenta. Lejos del sentido eclesiástico original, un jerarca era un individuo con swing, atractivo, seguro de sí mismo; que resaltaba, vaya.

Rufa: Guapería, comportamiento, traza y talante marginales. Después se resemantizó como guagua: esperar la rufa.

Es una bola de humo: A la manera de muchas otras (Buchipluma ná má; Mami, qué será lo que quiere el negro) esta expresión, que describía a un individuo conflictivo, venía de la música popular.

Como ocurrió más tarde con las telenovelas brasileñas y mexicanas (que instauraron en el habla cubana términos como paladar y merolico) los programas de TV e incluso radiales popularizaron no pocas frases. La gente imitaba al encargado o al Alejito de Alegrías de Sobremesa (¡Qué dices, cobarde!; ¡Qué pena, Pacum!) o el habla seudomarginal del Cheo Malanga que interpretaba Enrique Arredondo en San Nicolás del Peladero y Detrás de la Fachada (¡Atrevidoooo!). Y el cine… bueno, la película que ha dejado más frases en el habla popular es, sin lugar a dudas, Vampiros en la Habana: Oye, Rey del mundo, ¿no tendrás un cigarrito ahí, rey del mundo?; Ná ni ná, tigre, le di, vaya, lo maté; Mijito, el de la cornetica, ¿tú no tienes que trabajar mañana?; Vaya, Búfalo Bill; Vendo enanitos verdes; Vaya, gallego, quién te lo iba a decir; Josephñm, y un largo etcétera.

Después aparecieron otras frases, Ponerle mucho con demasiado, Ponerle remembranza, Dar cuero, Dar chucho, Pelo suelto y carretera, Una camisita cómica (en que el adjetivo se desplazaba a significados nuevos, Dios sabrá por qué, de manera que ahora cómico tenía la acepción de interesante, con swing, caro o a la moda) hasta el desconcertante Dichavao, que significa algo así como cierto o seguro.

A mi juicio, frente al español opaco y resobado de consignas, periódicos y noticieros, esas locuciones instrumentalizan el idioma, lo adaptan y renuevan de la misma manera en que la gente fabricaba ventiladores con motores de lavadora Aurika. Lejos de resultar chocantes, la mayoría son pura poesía, nervio de cubanidad, y en tal sentido merecen ser preservadas e incluso reinyectadas al cauce de la lengua. Dichavao que sí.