Por: Jorge Gómez Barata
Respecto a Cuba, el presidente Barack Obama no deja un legado, sino una directiva que, aunque expresa los intereses de Estados Unidos y evidencia su perfil imperialista, en ciertos aspectos esenciales significa una rectificación de la política seguida durante 50 años por diez presidentes y hace justicia a la heroica resistencia del pueblo cubano.
Por esas circunstancias, tal vez para el gobierno cubano y su diplomacia Barack Obama signifique una proyección y no una herencia. Un período que se abre y no uno que se cierra. Una etapa en la cual Estados Unidos posee las ventajas proporcionadas por las asimetrías, cuenta con objetivos definidos, ha trazado una estrategia minuciosamente elaborada y un planeamiento que no incluye riesgos ni prisas. A Cuba, la parte perjudicada por la criminal medida, le ocurre lo contrario.
Del levantamiento del bloqueo depende en parte la solución de algunos problemas económicos nacionales, la normalización del comercio exterior, la apertura de los mercados norteamericanos de exportación e importación, el acceso a materias primas, manufacturas, tecnologías y alimentos, el aumento del turismo, la aproximación a las instituciones financieras y crediticias internacionales, y el crecimiento de la inversión extranjera, así como la inserción de la Isla en los circuitos económicos internacionales. De ahí la necesidad de avanzar en esa dirección.
Aunque en Estados Unidos los partidos Demócrata y Republicano son principalmente maquinarias electorales, el eventual triunfo de la candidata demócrata Hillary Clinton puede dar continuidad a la política hacia Cuba, inaugurada y minuciosamente proyectada por el presidente Barack Obama, que se propuso poner fin al bloqueo sin conseguirlo, y de alguna manera fue un compañero de viaje, (fellow traveler), del pueblo cubano en la lucha contra el criminal engendro.
Me familiaricé con la formula “compañeros de viaje” en mi juventud cuando los marxistas la aplicábamos a personas y fuerzas sociales o políticas a las cuales, con razón o sin ella, consideraban decorosas, aunque equivocadas o inconsecuentes, con las cuales, no obstante, era posible negociar, pactar, establecer alianzas circunstanciales y andar un trecho del camino.
Obviamente se trataba de un recurso táctico el cual, aunque entrañaba algún tipo de concesión ideológica o política, se acudía para reforzar posiciones, ganar tiempo, u obtener metas intermedias. Con esa dinámica, en ocasiones se incurría en equívocos, y en lugar de éxitos se cosechaban reveses. Entonces como ahora, se trataba de los riesgos que siempre implican las políticas difíciles, para las cuales se necesita, además de firmeza y capacidad en el cálculo de opciones, creatividad y audacia para emprender maniobras de alta escuela.
Por supuesto que llamar “compañero de viaje” o “fellow traveler” al presidente o presidenta de los Estados Unidos es abusar de la metáfora, que empleo para, a partir de la experiencia obtenida con Barack Obama, ilustrar una perspectiva, en la cual el curso de confrontación puede trocarse en un tránsito por líneas paralelas, en la misma dirección, aunque con diferentes objetivos.
Al final del mandato de Barack Obama se ha creado un escenario respecto al tema del bloqueo, el asunto que abarca mayor espacio y provoca más tensiones entre Cuba y los Estados Unidos, en el que el presidente norteamericano no ha sido un adversario sino, de hecho, un aliado frente a la resistencia que desde el Congreso ofrecen fuerzas reaccionarias y conservadoras.
Soslayando los matices del desdén que la expresión pueda contener, puede tratarse de un momento en el que ambos países, sin zanjar sus diferencias, pudieran ser, por ahora en el tema del bloqueo y en el restablecimiento de las relaciones, compañeros de viaje o, como dirían en Estados Unidos: “fellow traveler”. Allá nos vemos.
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Este artículo fue escrito para el diario mexicano ¡Por Esto! Al reproducirlo o citarlo, indicar esa fuente
martes, 1 de noviembre de 2016
CONTINUIDAD O CAMBIO
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