EL LIBRO DE LOS POR QUÉ
Jorge Gómez Barata
Publicación Original en Cubano1erPlano
En Cuba que desde hace medio siglo resiste el bloqueo económico de los Estados Unidos, también disfruta del afecto y recibe la solidaridad de importantes fuerzas políticas, posee influyentes amigos en todo el mundo y cuenta con el respaldo de numerosos estados, apenas hay presencia de empresas extranjeras. ¿Por qué con tantos y tan buenos amigos, apenas hay empresas extranjeras en Cuba?
Ningún país del Tercer Mundo (excepto los petroleros) puede desarrollarse por sí mismo; entre otras cosas porque carecen de capitales, tecnologías y mercados. Lejos de ser una excepción Cuba confirma la regla y presenta entre sus principales problemas la incapacidad para realizar inversiones en el sector productivo, modernizar el parque industrial, introducir innovaciones tecnológicas, fomentar producciones con alto valor agregado e impulsar actividades sustitutivas de importaciones y generadoras de exportaciones. El nudo gordiano es la falta de financiamiento.
Al pobre desempeño de la economía cubana, la imposibilidad de acceder a las instituciones crediticias y al mercado de capitales se añade la escasa presencia del capital privado extranjero en la economía isleña, en lo cual es determinante el bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos y otros factores de naturaleza externa; aunque también las políticas económicas aplicadas por Cuba y las legislaciones vigentes en la isla crean un entorno poco atractivo para el capital extranjero.
Aunque no hay explicaciones simples para la actitud asumida por el gobierno cubano, lo cierto es que la doctrina para el tratamiento del capital extranjero lejos de ofrecer atractivos, levantan obstáculos. No se trata de los consabidos errores “que todavía subsisten” sino de una concepción paradójicamente nacida en los años noventa cuando Cuba inició un período de reformas que luego fue ralentizado y finalmente retomado por la administración del presidente Raúl Castro.
Según el punto de vista cubano la inversión extranjera debe ser complemento de los programas de desarrollo nacionales, lo cual limita y cierra el paso a la pequeña y mediana empresa foránea que no cuenta con recursos para participar en los megaproyectos que suelen interesar al Estado.
Por otra parte, Cuba exige que el inversionista extranjero aporte el capital, la tecnología y el mercado y, hasta el presente el Estado cubano no ha creado condiciones para compartir el mercado interno con los inversionistas y financistas extranjeros, tampoco ha considerado la posibilidad de que pequeños y medianos inversionistas extranjeros se asocien con empresarios privados cubanos ni parece interesado en atraer inversionistas de entre la colonia cubana radicada en el extranjero.
Tal vez los operadores de la reforma económica en marcha en Cuba deberían mostrarse más enérgicos en esta esfera y los parlamentarios crear los marcos jurídicos apropiados. La necesidad es evidente aunque se sabe que la prisa no los caracteriza. Allá nos vemos.