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jueves, 30 de agosto de 2012

Polémica pecuaria: ¿son “educables” los bueyes que tenemos?

Por Arnoldo Fernández Verdecia.

Una metáfora pecuaria parece señalar algunas realidades de la Cuba profunda: “Esos son los bueyes que tenemos”. Un buen amigo, jefe por muchos años me la dijo, muy en serio, muy en broma. ¿Qué sentidos tiene la misma para el cubano?

Identificar problemas, definir planes para solucionarlos y hacerlos realidad es tarea ingente, en una nación que pretende reorientar el navío, ante un posible naufragio de impredecibles consecuencias económicas y sociales.

Abiertamente la dirección de la revolución ha reconocido la existencia de una burocracia mediocre, que lo frena todo, interesada sólo en proteger privilegios e intereses. El pueblo la tiene bien caracterizada, pero, a veces, no le queda más remedio que acudir a la frase: “Esos son los bueyes que tenemos”.

También alude a la incapacidad de algunos funcionarios administrativos que llevan años empoltronados y no hacen nada por superarse, ser creativos, instrumentar modelos de dirección democráticos, y suelen ser déspotas en su comportamiento. El cubano los tiene bien identificados, pero ante la rémora de no cambiarlos, sólo le queda auxiliarse de la popular frase: “Esos son los bueyes que tenemos”.

Digo bueyes en el sentido biológico, pues acá en Cuba a los toros, que no se dejan domesticar por sus amos, se les capa, y ello determina un proceso que los hace dóciles y aptos para el trabajo. No causan más problemas a sus amos y sirven incondicionalmente hasta la muerte. No sienten preocupación por alguna novilla, de estampa elegante, interesada en sus ofertas seminales. Tal vez en este acto indigno que sufre el toro, el cubano encuentra importantes sentidos para caracterizar lo imposible, sin caer en el pecado de lo absoluto, pues siempre hay individualidades que marcan la diferencia. “Esos son los bueyes que tenemos”. Hombres doctos y hombres ligeros la pronuncian.

Jorge Mañach, desde su Indagación al choteo, nos recuerda: “Si la mediocridad  es tan tolerada en Cuba, es porque la intolerancia supone una autoridad, cosa repulsiva en sí. El cubano la rechaza como rechaza  toda superstición, todo dogma o beatería”. (Mañach, J: 1999, 76) Nada mejor entonces que una metáfora pecuaria, para rebajarles el prurito a esos bueyes que  pretenden mover la palanca de Arquímedes.

(Tomado del blog Caracol de Agua)