Tomado de: ElCineEsCortar
Estas notas publicadas por Luis Alberto García sobre su experiencia en el Festival de Cine de Telluride, en Estados Unidos, son debidas a una invitación que recibieran él y el joven actor Héctor Medina por su desempeño en el filme “Viva”.
“Viva” (2015) es un filme rodado y ambientado en Cuba del director irlandés Paddy Breathnach, que contó con la producción ejecutiva de Benicio del Toro, y que se inspira en la historia de Jesús (Héctor Medina), un joven peluquero de 18 años que vive por su cuenta en una deteriorada Habana. Una tarde, se encuentra con un lápiz labial en el apartamento del amigo, que le presta su cuarto para que Jesús pueda tener relaciones sexuales con su novio boxeador. Allí pinta sus labios de color rojo, y se escabulle a una audición para un papel en el bar con su tutor,rol que interpretó magníficamente Luis Alberto García. Allí comienza a trasvestirse y adopta el nombre artístico deViva.
Solo nos resta ver el filme. Ahora compartimos las palabras que nos cedió para ELCINEESCORTAR el admiradísimo y soberbio actor Luis Alberto García.
Telluride Film Fest es atípico dentro del circuito de festivales de cine que en el mundo existen.
Cero alfombras rojas, cero paparazzis, a nadie le interesa si una actriz lleva un vestido de un famoso diseñador, afortunadamente ninguna televisión basura elegirá a la mejor o peor vestida, al más guapo o al menos agraciado, ni venderá la primicia de quiénes sostienen una tormentosa relación amorosa o cual pareja anda en trámites de divorcio.
En Telluride se habla, se respira, se come, se sufre y se sueña cine. Los cineastas de todas partes del mundo que aquí llegan, porque sus obras han resultado ser escogidas, comparten de tú a tú con grandes mitos del celuloide (ahora también del video). Hablo de mitos que han sido forjados a partir de una obra sólida y transgresora, de creadores que se han convertido en referentes para todos los que dedicamos nuestras vidas a la magia de la sala oscura y no de esos otros “seudomitos” que las banales revistas de farándula y cotilleo insisten en vendernos.
Por eso es que los grandes grandes llegan a Telluride. Porque aquí pueden ser personas entre otras personas. Y con gusto nos enseñan lo que saben y hasta lo que no saben. Se relajan y vuelven a sus orígenes, de los que no renegaron nunca.
Es una dicha (perdón por poner un ejemplo personal, no es autobombo) que haya podido preguntarle a alguien como Danny Boyle (director, entre otras, de esas maravillas llamadas “Trainspotting”, “Slumdog Millionaire” y “127 Horas”) cómo es su trabajo con los actores, cómo consigue llevarlos adonde quiere o acerca de la arquitectura que, en el montaje, escoge para lograr ese ritmo endemoniado de sus éxitos más conocidos.
Y para cualquier actor del mundo, estar a dos cuartas del rostro de la señora Meryl Streep (para mí la mejor de las mejores actrices del mundo) y compartir con ella impresiones, dudas, certezas, o que te dé una opinión de tu trabajo o acerca de cómo pudo ella resolver una escena que en principio parecía irrealizable, es como asistir a cinco cursos en el I.S.A. Ha dado esa formidable artista toda una disertación acerca de cómo construyó su personaje en “Sophie´s Choice”, para 400 personas sentadas en el césped, en silencio sepulcral, que es una lástima que no esté disponible en video y con subtítulos en varios idiomas, para que todos los que creemos que somos actores comencemos a tomarnos más en serio muchas cosas de nuestro trabajo.
Y esto es algo que distingue a Telluride Film Fest y en general a varios de los festivales más respetados de Estados Unidos (Sundance, Aspen, Toronto, etc): hay toda una cultura del debate que lamentablemente no tenemos en Cuba. Hay un respeto ilimitado al talento y la gente que quiere aprender, escucha atentamente. Es común que en un escenario se sienten dos personas con una mesa pequeña con dos pomos de agua de por medio, una de ellas preguntando, la otra respondiendo durante un par de horas, exprimiendo hasta la médula la vida y la obra del entrevistado y el público (que en ocasiones paga y en otras entra gratis) casi ni respira. Es como en “Inside the Actor´s Studio”, pero a lo bestia.
La otra cosa que me salta a la vista es que nos tratan con extrema generosidad y respeto a todos los invitados. Se desviven por complacernos y que la pasemos bien, pero ojo: los americanos tratan a los artistas americanos mejor que a nadie. Para ellos, los suyos están primero que todos los demás. Y eso es algo que desafortunadamente no veo en Cuba. Allá, como decía mi abuela Mercedes: son candil de la calle y oscuridad de la casa.
Para Héctor Medina y para mí, actores cubanos nacidos en Cuba y residentes en Cuba, ha sido un viaje mágico esta visita a Telluride. Somos mortales, bastante comunes. Y claro que, en estos días intensos nos hemos quedado mudos en las ocasiones en que los grandes (la Streep, Danny Boyle, Alexander Payne, Kate Winslet, Leonard Maltin, Michael Keaton, Tom Luddy, Todd McCarthy) nos han tratado como a iguales. Como miembros del mismo equipo.
Todavía estamos tratando de digerir tantas emociones, sin creernos las últimas coca-colas del desierto ni que hemos tocado gloria alguna. Fue pura suerte estar aquí. Lo que nos toca es seguir trabajando duro, mandarnos a correr con el idioma inglés y rezar para que toda esa oleada de cineastas americanos que quiere visitar Cuba y filmar con actores y cineastas cubanos, llegue cuanto antes a La Habana. Y a Miami, esa otra capital cubana en la que hay cineastas tan talentosos como en la orilla de enfrente.
A lo mejor Héctor, con sus 26 años, lo verá claro y al alcance de su mano. Yo no tanto.
Ahora les hablo de Héctor Medina. Estos días que hemos pasado juntos en Telluride me han servido para aprender mucho de él. Como persona y como actor. Y él tiene 26 años. Hemos chapoteado de todo lo humano y lo divino, de nuestras vidas y nuestras carreras. Y sin que se me quede algo en la trastienda declaro que ya es, no que será, ya es… uno de los grandes actores cubanos.
Su desempeño en “Viva” es magistral. Se echa la película entera a sus espaldas y la levanta hasta las nubes. Tiene un diapasón de 360 grados. Y ahora me soplan al oído desde otras latitudes, que igualmente puso una pica en Flandes a las órdenes de Agustí Vilaronga en “El Rey de La Habana”, próxima a estrenarse en San Sebastián.
Me gustan los homenajes en vida, cuando esa vida está pletórica de juventud. Por eso mi juicio a tiempo… Odio esperar 60, 70 u 80 años para decirle a alguien que ha sido grande cuando así despunta desde sus 20. Los premios valen la pena cuando a uno todavía se le para el caballo y sale de la ceremonia de entrega, directo al catre, sin un par de Viagras. Si solo valen para poner la estatuilla o el Coral o el cuadro que la UNEAC regala (del pintor de turno) en el estante del asilo, son de humo entonces y deberían venir convoyados con el pato y los culeros. Si Héctorcuida su carrera (lo está haciendo muy bien) y se arriesga cada vez más, va a llegar bien lejos. Y eso me enorgullece.
La ley de la vida es que los que vienen detrás aventajen a sus antecesores. Y ahora mismo en Cuba y fuera de ella hay toda una pléyade de directoras/es, guionistas, directoras/es de fotografía y actrices y actores jóvenes, que van a quemar la liga. ¡Todas las ligas! Como ya está pasando en la MLB.
Que Héctor esté consiguiendo, a sus 27 años, muchas cosas con las cuales yo no podía soñar viviendo en Cuba a esa misma edad, lejos de amargarme, me hace muy feliz. Es lo que yo y muchos queremos para los que llegaron, los que vienen llegando y los que llegarán. Para eso estuvimos aquí.
El otro que está requetebién en “Viva” es Jorge Perugorría. Está de premio, la verdad. Pichi se la comió con ese padre alcohólico, fumador empedernido (es como si hubiese resucitado a mi Papá), violento por naturaleza que, de a poco, ante su muerte inminente, decide arreglar cuentas consigo mismo y con su hijo gay. 25 años después de haber logrado un canto contra la intolerancia en “Fresa y Chocolate”, le toca a Pichi Perugorría hacer un intolerante a tiempo completo y parte el bate. Saca una voz de no sé dónde cojones y tiene un control de sus expresiones y gestos, que solo se consigue actuando al 200 %. He sido un afortunado actuando con Héctor y con él.
Solo me queda agregar que buena parte de lo que está sucediendo y de lo que sin dudas llegará después, se lo debemos en gran medida a Senel, Titón y Juan Carlos Tabío y a Pichi, Vladimir Cruz y Mirta Ibarra.
“Fresa y Chocolate” resultó ser el jonronazo más largo que se haya dado en Cuba, aunque haya sido sin nadie en base. ¿Dónde estaríamos ahora, como cinematografía, si el ICAIC de entonces hubiera sabido aprovechar aquel incipiente boom? ¿Si hubiera apostado y arriesgado lo que el cine argentino, mexicano y colombiano, para estar hoy en esa exosfera en la que que están?
De p…