Por: Jorge Gómez Barata
Aunque con diferentes expectativas, existen en Cuba opiniones acerca de que las reformas promovidas por el presidente Raúl Castro pudieran conducir a una restauración del capitalismo, otras confían en que influirán en el perfeccionamiento de las estructuras y la gestión socialista, raras veces se menciona la posibilidad de un fracaso.
Apenas existen esporádicas referencias gubernamentales o partidistas sobre la marcha de las reformas en su conjunto, no se conocen debates promovidos por instancias oficiales, y aunque se alude a la fundamentación teórica del modelo que se aspira a edificar, nada se sabe acerca de su contenido. Los análisis independientes son reflexiones parciales, usualmente anecdóticas.
No obstante, utilizando indicadores asequibles a todos como salarios, precios de los alimentos (nacionales e importados), artículos para el hogar, electrodomésticos, confecciones, productos de higiene, transporte, el costo de la vida, y las expectativas de mejoramiento; no existen motivos para celebrar.
En estos momentos aspectos sumamente sensibles y de impacto social asociados a las reformas, son sometidos a un escrutinio institucional y popular, que pudiera estarse aproximando a un punto crítico. La inflexión se produjo cuando las dilatadas y no resueltas situaciones de precios y abastos, hicieron crisis con motivo de los festejos por navidad y fin de año.
A pesar de la austeridad de tales celebraciones en Cuba, los discretos incrementos a fines de diciembre de la demanda de productos tradicionales, principalmente agropecuarios, coincidieron con una drástica reducción de la oferta que fue aprovechada por intermediarios, especuladores, y revendedores, para provocar un alza de los precios que llegaron a niveles que el diario Trabajadores calificó de “escalofriantes”.
Según cierto punto de vista, la liberalización en la comercialización de productos agrícolas que faculta a los campesinos, cooperativas, y empresas a vender libremente la parte de la cosecha no contratada con las entidades estatales, la carencia de un mercado mayorista, unido a la existencia de comercios que funcionan según las reglas de oferta y demanda, la proliferación de vendedores ambulantes, y la ineficacia de las entidades estatales de acopio, provocaron una situación que golpeó implacablemente, sobre todo a los sectores de menores ingresos.
A ello se añade que el problema de los precios, la especulación, y las ilegalidades no son exclusivos de las rudimentarias e ineficaces formas de comercialización agropecuaria, sino que están presentes en los establecimientos estatales, incluyendo los grandes supermercados donde se manipulan precios, se alteran pesos y medidas, y se adulteran mercancías.
Debido a que tales eventos coincidieron con las sesiones de la Asamblea Nacional, que a pesar de su carácter ceremonial, sirvió de escenario para que algunos diputados denunciaran irritantes situaciones que emplazaron a la administración, hicieron reaccionar al presidente Raúl Castro quien manifestó: “Son problemas a los que hay que buscarles solución, aunque sea transitoria…”
Hasta hoy la única propuesta conocida es la de fijar límites a los precios de los productos agropecuarios, “toparlos”, como se dice en la Isla, ante lo cual los proveedores parecen haber respondido limitando la oferta de mercancías, lo cual puede inducir a una intervención estatal que, según algunos, pudiera derivar en un retroceso con implicaciones para el proceso en su conjunto.
Lo cierto es que las reformas, incluyendo la distribución de tierras ociosas, han influido poco en la proverbial ineficacia de la agricultura cubana, no han mejorado las formas de comercialización que son excepcionalmente primitivas, y en lugar de proteger a los consumidores, los dejan a merced de todo tipo de especuladores.
Los problemas de los precios, el desempleo, el escaso incentivo por el trabajo, los salarios, la dualidad monetaria, y el desmesurado impuesto a los productos importados, conducen al deterioro del nivel de vida de amplios sectores de la sociedad cubana. Puede tratarse de situaciones extremas que ponen a prueba la pertinencia de las medidas adoptadas.
La reacción del presidente Raúl Castro indica que existe conciencia de estas situaciones extremadamente sensibles que parecen no dar para más. Allá nos vemos.