Por: Jorge Gómez Barata
Ante la temprana y opulenta
agresividad de los Estados Unidos que condujo al aislamiento, generó penurias y
peligros que la alianza con la Unión Soviética no pudo compensar, en Cuba se
fomentó una cultura de la resistencia. La imperiosa necesidad de resistir
devino elemento dominante en la cultura política de los cubanos. Además de en
actos heroicos y excepcionales, esa actitud se expresó en lo cotidiano.
En los años noventa al
bloqueo estadounidense se sumó el colapso de la Unión Soviética. Sin otra
alternativa, Fidel Castro llamó a incrementar la resistencia. No obstante, esa
determinación, aparecieron evidencias de la inviabilidad de metas y proyectos,
se introdujeron matices en el seno de la sociedad, y se abrió una opción que
antes había asomado, pero que en aquella coyuntura se hizo obvia. Las reformas.
Afortunadamente para Cuba,
la misma dirección política encabezada por Fidel y Raúl Castro, que lideraron
los procesos que dieron lugar a la cultura de la resistencia y promovieron su
incremento hasta límites extremos, tuvieron la visión y la determinación para,
llegado a cierto punto, iniciar un proceso de reformas actualmente en marcha, y
cuya pertinencia nadie discute.
Al margen de algunos debates
asociados a la amplitud y los ritmos, es preciso rescatar la idea, expuesta por
el presidente Raúl Castro, acerca de que los cambios no solo son la mejor
oportunidad para salvar el socialismo, sino la única. “…Cambiamos o nos
hundimos”, dijo.
Obviamente para salvar el
socialismo es preciso reinventarlo, lo cual significa hacerlo diferente,
dotarlo de nuevas cualidades, rellenar los vacíos que antes tuvo y que lo
llevaron al desastre, alcanzar la eficiencia económica e incrementar la
capacidad para crear riquezas, suplir las carencias de democracia,
participación ciudadana, y cultivar la transparencia, lo cual solo es posible a
través de reformas en todos los ámbitos.
A pesar de la aparición de
nuevas tensiones sociales derivadas de la crisis económica, la decepción, y
asomos de desmovilización por las expectativas no cumplidas y el fin de la más
valiosa experiencia de construcción del socialismo, la cultura de la
resistencia en Cuba sobrevive en los núcleos más duros del pueblo, la
militancia, amplias zonas de las masas, combinándose con las aspiraciones de
importantes sectores de la población que perciben en las reformas y en su
aceleración y ampliaión a otras esferas, las mejores oportunidades para salvar
el socialismo.
Obviamente, cuando el
presidente Raúl Castro llama “A gobernar con los pies y los oídos pegados al
suelo” se refiere a la necesidad de captar estos ruidos y susurros, y proceder
con mesura y determinación: “Sin prisa y sin pausa…” Las criticas
circunstancias que ahora origina un nuevo zarpazo de la naturaleza crea
tensiones, pero también oportunidades. El vaso sigue medio lleno. Allá nos
vemos.
*Este artículo fue escrito para
el diario mexicano ¡Por Esto! Al reproducirlo o citarlo, indicar esa fuente