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miércoles, 30 de noviembre de 2016

EL ACUERDO ES QUE NO HAY ACUERDO

Por: Jorge Gómez Barata 

Después de referir que nueve de los once presidentes estadounidenses que han interactuado con Cuba en el período (1959-2016) tuvieron intercambios y adoptaron acuerdos con el gobierno cubano, Jorge Domínguez, académico cubano, vicepresidente de la Universidad de Harvard, sostuvo que, el éxito de la negociación de 2014 se explica porque: “…Más allá de los intercambios de presos y del restablecimiento de las relaciones diplomáticas, no se negoció nada…” Donald Trump no puede mejorar el acuerdo entre Cuba y los Estados Unidos, porque tal acuerdo no existe. 

Actuando con realismo y con una lógica impecable, los equipos diplomáticos de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, apoyados por los buenos oficios del papa Francisco, las gestiones de Jaime Ortega cardenal de La Habana, y las facilidades aportadas por el gobierno de Canadá; adoptaron la lógica de avanzar de lo simple a lo complejo, y en lugar de desgastarse tratando de remover grandes obstáculos, los bordearon y aplazaron su solución.


La ausencia de condicionamientos previos permitió avanzar. Sin declararlo, Estados Unidos se abstuvo de presentar exigencias globales al gobierno cubano, renunciando de hecho a la intención de, al menos de modo directo y por medios tradicionales, promover un cambio de sistema político en Cuba. Esa táctica fue favorecida por el hecho de que habían desaparecido las circunstancias que alguna vez llevaron a Estados Unidas a cuestionar las alianzas de Cuba, y su política exterior en Africa y América Latina. 

Por su parte, conociendo que la decisión de levantar el bloqueo económico estaba más allá de las atribuciones del presidente, y sin deponer sus justas reclamaciones acerca de la devolución del territorio ocupado por la base naval de Guantánamo, Cuba no invocó estos asuntos como condición para avanzar en otras áreas. 

Adicionalmente, cuando ambas partes se percataron de que el encarcelamiento del norteamericano Alan Gross en Cuba, y de tres cubanos acusados de espionaje en Estados Unidos era un impedimento concreto, y aunque difícil, soluble, trabajaron hasta encontrar una fórmula mutuamente aceptable para remover el obstáculo. 

Obviamente el clima creado por el éxito de las tratativas diplomáticas donde ambas partes expusieron profesionalismo y buena fe, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la reapertura de las respectivas embajadas facilitó la adopción de medidas concretas por parte de Estados Unidos, y estimuló las negociaciones gubernamentales sobre asuntos puntuales de interés mutuo. 

En esos contextos las empresas y organizaciones de ambos países han avanzado en temas específicos. Los encuentros de los cancilleres Kerry y Rodríguez, y de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, han abierto caminos y propiciado los intercambios científicos, culturales y académicos y otros que comienzan a aproximar la normalidad. 

No obstante, no se ha acordado un marco global, ni existe un compromiso general, no ha sido concertada una estrategia conjunta, no hay un cronograma y más bien, paso a paso, “se hace camino al andar”. En concreto, una rectificación de lo avanzado, o una marcha atrás, no enfrentaría a la nueva administración con Cuba, sino con empresas, organizaciones, agencias, gobiernos regionales y ciudadanos norteamericanos. 

Obviamente Donald Trump no está enterado de que no puede mejorar un acuerdo que no existe. Tal vez quiera negociar alguno, lo cual es otro tema. Se puede asimilar su desconocimiento de asuntos concretos, lo cual no excusa los malos modales que lo han llevado a ofender a alguien que nunca lo mencionó ni lo atacó, y que por haber fallecido no pudiera replicarlo. 

No obstante, conociendo a Fidel, seguramente se hubiera abstenido de descender a un intercambio de tan pobre factura, reservándose, como siempre hizo, para empeños mayores. Allá nos vemos. 

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*Este artículo fue escrito para el diario mexicano ¡Por Esto! Al reproducirlo o citarlo, indicar esa fuente