Por: Jorge Gómez Barata
Publicación en Cubano1er.Plano
No se ha probado que la opción ideológica y programática de la dirección soviética o de los países del socialismo real estuviera equivocada; sin embargo debido a que sus expectativas no pudieron realizarse, las masas de esos países dejaron de compartir sus consignas. En lugar de conducir a las mayorías, los presuntos liderazgos las confrontaron. Los resultados están a la vista.
Lo peor que puede ocurrirle a las vanguardias políticas locales es no ser contemporáneas con su presente y que, en lugar de atender las aspiraciones de las masas las contradigan e intenten imponerle criterios doctrinarios que, aun cuando fueran atinados no es lo que la gente quiere. Al comprender que era inútil combatir al cristianismo, el emperador Constantino no sólo lo aceptó, sino que se que él mismo se convirtió.
A diferencia del socialismo real prisionero de su doctrina y del nacionalismo afroasiático entrampado por la Guerra Fría y el neocolonialismo, por oligarquías nativas y rehén de tramas confesionales; la izquierda latinoamericana del siglo XXI ─laica, moderada, sofisticada y nada doctrinaria─, así como las administraciones de China y Vietnam, han encontrado caminos atinados porque han sido iluminadas por el realismo que en política es como un estado de gracia del cual prácticamente depende todo.
Mientras que en Europa Oriental los partidos en el poder trataron de hacer eficiente un modelo político disfuncional y en África, África del Norte y el Medio Oriente, algunas presuntas vanguardias políticas, jerarquías religiosas, líderes y gobiernos, en lugar de favorecer el desarrollo social y la institucionalidad, la entorpecen, la izquierda latinoamericana no sólo aprendió a hacer funcionales la democracia liberal sino también las revoluciones e incluso los pronunciamientos militares como hicieron, entre otros, Torrijos y Velasco Alvarado.
El pragmatismo de los liderazgos populares no es un curso electivo sino el único camino. Por su carácter institucional y por el progreso económico que propician los cambios políticos que tienen lugar en Sudamérica, están produciendo resultados con una visible tendencia a la consolidación que los hacen realmente sustentables. En Venezuela, Brasil y Argentina, pero también en Perú y Uruguay pueden gobernar un partido u otro, lo difícil es que ocurran retrocesos estratégicos.
En Cuba, aunque pesan mucho los compromisos doctrinarios que se asumen como legado cuando en ocasiones son lastre, parece abrirse paso el mismo enfoque. Al final: “Siempre y cuando atrape ratones, poco importa el color del gato”.