
Miami, Domingo 19 de julio 4:30 a.m. Suena el reloj
despertador. Debo tomar el vuelo 8813 de American Airlines que parte a las 6:55
a.m. rumbo a Washington DC.
Llevo tantas expectativas que siento el golpe del tren
de aterrizaje y pienso que estamos despegando cuando en realidad vamos a
aterrizar. Veo parte del Distrito de Columbia y una turbulencia me inquieta un
poco. No mucho.
A las 9:28 a.m. ya estoy en tierra.
Es la víspera de un día histórico en que el gigante
Goliat le dará la mano a David de igual a igual, con respeto. Estoy invitado a
la reapertura de la embajada de Cuba en la capital de los Estados Unidos,
cerrada luego de la ruptura de relaciones hace más de 50 años, en 1961. Después
de este lunes empezará una nueva etapa; también con nuevos y diferentes
retos.
En la que aún es la Oficina de Intereses Cuba en los
Estados Unidos hay gran movimiento. Una tarima se levanta frente al edificio de
la Calle 16 para que la prensa reporte sobre el histórico acontecimiento. Es
poco después de mediodía y me dicen que la delegación cubana está casi
completa. Sin contratiempos. El Canciller Bruno Rodríguez, jefe de la
delegación, también está ya en Washington DC.
Avanza la tarde y los trabajadores se ven extenuados.
Laboran desde el amanecer. Como recompensa al esfuerzo se observa que la plataforma
para la prensa ha quedado levantada en lo fundamental. Los cónsules y el resto
del personal no dan más. Se han pasado el día recogiendo invitados en el
aeropuerto, en Union Station la terminal de trenes… Menos mal que nadie ha
cruzado la frontera canadiense caminando, pues estoy seguro de que hasta allá
irían a buscarlo.
Debo descansar temprano que mañana desde las primeras
horas empieza la segunda del noveno inning.
Lunes 20 de julio
Suena el despertador a las 5:54 a.m. Aseo. Un vaso de
yogurt y repaso en la televisión las noticias. Las cadenas hispanas y la
televisión norteamericana empiezan a hacerse eco del acontecimiento. Siento que
es un privilegio poder vivir personalmente este pedazo de historia.
No me distraigo. Sé que debo estar temprano en el
número 2630 de la Calle 16 del NW, donde está la que dentro de unas pocas horas
será nuestra embajada.
Llego el primero pero reconozco que el portero y
alguien de la misión se me adelantaron porque noto personas dentro. Aunque
temprano el sol se siente. Y el calor sube por la humedad. Ayer rozamos los 103
grados F.
La tarima está terminada. Pasa un rato y se desborda
de periodistas y camarógrafos dispuestos a atrapar todo lo que parezca noticia.
El primer encuentro memorable que tengo es con el actor
Danny Glover, a quien conocí a través de un amigo común que perdimos hace unos
pocos años. Me digo a mí mismo que no debo mencionárselo. Danny estaba muy
apegado a este amigo, con el que iba a visitar a Gerardo a la cárcel de
Victorville en California. No quiero hablarle del amigo que perdimos. De Saúl
Landau, del cineasta, del profesor, del humanista Saúl Landau. Sin embargo en
algún momento de la conversación me descuido y lo menciono y veo que a Danny se
le aguan los ojos. Me conmueve. Saúl, como Francisco Pancho Aruca, se merecía
haber vivido un momento como este.
Mientras hablo con Danny el pintor y amigo Alexis
Leyva Machado, Kcho, me pasa por el lado. Se detiene. No hace mucho nos vimos
en Cuba. Me dice que al final de este año o principios del año que viene hará
una exposición aquí en los Estados Unidos. No necesitamos decirnos nada más.
Empiezan a llegar los invitados norteamericanos. El
senador Jeff Flake, el senador Patrick Leahy; congresistas del llamado Black
Caucus donde hay tantos amigos de Cuba. También distingo al congresista José
Serrano por New York.
De pronto se abre la puerta principal de la sede y
sale un cadete uniformado y en actitud marcial. Se para en firme y empiezan a
destellar las cámaras fotográficas. Todos los invitados quieren posar frente a
él. Me detengo en sus ojos para comprobar si parpadea. Es de una disciplina
férrea; ni siquiera se mueve. Es un verdadero profesional, al igual que sus
compañeros. Imagino que ahora se quedarán como parte del cuerpo encargado de
proteger la embajada.
Llegan algunos funcionarios norteamericanos. Ya el
servicio secreto se ha desplegado e impone serias restricciones. Roberta
Jacobson avanza hacia el edificio. También Ben Rhodes, Consejero de Seguridad
Nacional del Presidente Obama; como su representación en este evento.
Por fin llega el momento esperado. Los cadetes
entregan al Canciller de Cuba Bruno Rodríguez los cordeles que sostienen
nuestra enseña nacional y procede a izarla.
Ya está en lo alto y batiendo. Todos aplauden. Cerca
de mí se encuentra el copresentador de La Tarde se Mueve Eddie Levy a quien
noto conmovido. Miro a su esposa Xiomara Almaguer con unas lágrimas escapando
de sus ojos.
Algunos cubanoamericanos que conozco, como Silvia
Wilhelm, presidenta de Puentes Cubanos, se alegran como si fueran niños. Yo
también. Y no estoy solo en mi alegría, en este momento siento junto a mí a mi
madre, a mi abuelo y a mi esposa Diadenis.
De unos 500 asistentes la mitad logra entrar al
edificio; y una parte de esa mitad alcanza a llegar al segundo piso donde el
Canciller pronunciará unas palabras. Hace un discurso exacto, muy profesional.
Llegado el momento preciso menciona al artífice de esta victoria; dice que nada
hubiera sido posible sin la guía de Fidel, y estalla una gran ovación.
Aprovecho que todos están aplaudiendo y miro a mi
alrededor buscando reacciones; veo al ex Alcalde de Hialeah Raúl Martínez
emocionado. Xiomara y Eddie siguen conmovidos desde el momento de la bandera.
Vuelvo a pensar, no puedo dejar de hacerlo, en Pancho Aruca.
Las emociones se calman. Bajamos a compartir y le hago
una entrevista al Historiador de la Ciudad de la Habana Eusebio Leal. El
miércoles 22 en la Tarde se Mueve pondré la conversación que sostuvimos. Tengo
también un video que saldrá en televisión.
Como periodista he realizado mi trabajo. Soy un
periodista cubano residente en Miami. Aquí he podido compartir con otros
periodistas que hacen su labor en Cuba como Rosa Miriam Elizalde,
Cristina Escobar, Ismael Francisco y demás colegas de la AIN y Juventud
Rebelde que están cubriendo el acto con mucho profesionalismo; confieso que me
he sentido muy bien entre ellos, como parte natural de ese equipo.
No muy lejos de donde estamos una periodista de una
televisión de Miami entrevista a Silvio. No puedo dejar de reírme de las
preguntas sosas que le está haciendo. Silvio me ve y se ríe también; como
queriéndome decir que no puede creer que esa joven no se percate de que vive en
el pasado. Silvio le dice que "Viva Cuba y los yanquis también" y
ella no está preparada para ese desenfado. El artista le dice que a lo mejor
los norteamericanos tienen otros planes, como de captación, y con una
inteligente sonrisa termina: "Vamos a ver si lo logran."
En el salón muchos tienen acceso al Canciller de Cuba.
En un momento tan especial como este, Bruno tiene tiempo para atender personalmente
a los invitados. No creo que exista otro Canciller en el mundo tan accesible y
con tanta clase.
Saludo a Josefina Vidal.
Converso animadamente con la Vicepresidenta de la
Asamblea Nacional Ana María Mari Machado, diputada por Quemado de Güines, y es
tan sencilla que me da las gracias, cuando soy yo quien debe agradecerle a ella
por su atención.
Llega el momento en que la parte política de la
delegación cubana debe reunirse con el Secretario de Estado John Kerry. El
diputado y miembro del Consejo de Estado Miguel Barnet me dice que debe ir al
Departamento de Estado. Me cuenta de paso que está terminando dos libros, uno
de ellos en idioma inglés.
Regreso a mi hotel. Caminando. Pensando.
Pienso en si puedo escribir todo lo que he vivido. No
quiero ni puedo razonar sobre esta experiencia. Eso lo haré cuando pasen
algunos años. Decido que lo que corresponde ahora es algo en tono personal.
Junto notas, sentimientos, miradas y recuerdos.
"Es como si se hubiera escrito solo", me digo horas después, mientras
el avión desciende sobre Miami.