Es probable que luego de un período de perplejidad, la derecha
latinoamericana haya comenzado a reponerse de la sorpresa que significó el
desafío electoral de la izquierda, cosa que, excepto el proyecto encabezado por
Salvador Allende, nunca había ocurrido. A su vez la nueva izquierda trata de
adaptarse a gobernar bajo las reglas de la democracia liberal.
Sus victorias electorales no significan la derrota de las
oligarquías conservadoras, y lejos de atenuar la confrontación la
incentivan. Al sentirse retada y desplazada, la derecha reacciona
violentamente, actualiza su discurso ideológico, recompone sus bases
electorales, e incorpora todo tipo de recursos, entre ellos la movilización de
apoyos externos.
Las experiencias indican que al insertarse exitosa y permanentemente en
el esquema vigente en América Latina, donde el modelo liberal está contaminado
por prácticas oligárquicas y golpistas, la nueva izquierda latinoamericana
trabaja en formatos que no son idóneos para la promoción de cambios
excesivamente profundos, ni para discursos ideológicos doctrinarios, que más
que ayudar, estorban en la construcción de consensos avanzados.
Además de progresistas, audaces, tenaces e innovadores los gobiernos de
izquierda, que asumen el poder mediante elecciones, están obligados a ser
cautelosos y moderados, y a trabajar para forjar alianzas que amplíen su base
social, refuercen el consenso, y conciten apoyo a las medidas de beneficio
popular global.
En los países latinoamericanos existen anomalías económicas que se reflejan en las estructuras sociales y en la composición y estratificación clasista, las cuales son excepcionalmente complejas, y cuya composición cuantitativa y cualitativa, diversa y plural, se expresa en respuestas políticas.
No todos los pobres o indígenas asumen unánimemente el discurso de la
izquierda y respaldan sus medidas, como tampoco todas las clases medias o el
empresariado nacional apoyan a la derecha.
Tampoco puede desconocerse la existencia de estereotipos contrarios al
discurso no solo socialista, sino incluso nacionalista, y que tienen un peso
enorme, sobre todo en los ejercicios electorales. Si en Estados Unidos las
manipulaciones mediáticas logran convencer a una parte del electorado de que
Obama es socialista, qué no podrán hacer para demeritar discursos que anuncian
el fin del capitalismo, o proponen la construcción del socialismo.
Todavía la derecha cosecha lo que el anticomunismo sembró.
Todo es más grave por la vigencia del esquema económico agroexportador y
la dependencia, que otra vez pasa la cuenta. Cuando la economía china se
contrae y bajan los precios de las materias primas, América Latina paga las
consecuencias, no solo económicas sino también políticas.