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miércoles, 16 de noviembre de 2016

MAL MOMENTO PARA LA GRAN PRENSA AMERICANA

Por: Jorge Gómez Barata 

Uno de los efectos colaterales de la elección de Donald Trump es el fallo sistémico de la gran prensa norteamericana, arrastrada por el establishment a una fallida operación manipuladora. No recuerdo ningún momento o asunto de política interna pura en los Estados Unidos donde los grandes medios se hayan alineado tan unánimemente. Nunca antes la orgullosa prensa americana se pareció tanto a los medios asociados a las oligarquías latinoamericanas. El término “república bananera” la aludió.  

Tal vez ello revela un fenómeno estructural según el cual, incluso cuando la prensa es privada, siempre que se concentre en mega monopolios, integrados al establishment y se le someta a la voluntad de un super editor virtual, los valores asociados al ejercicio de opiniones individuales, que la hicieron liberal, independiente y pragmática, se debilitan hasta comportarse lo mismo que cuando es controlada por los gobiernos. La diferencia es de forma. 


Paradójicamente la nefasta tendencia que ha llegado a desnaturalizar a la prensa estadounidense debutó en Cuba con motivos de los apetitos geopolíticos respecto a la Isla que condujeron a la Guerra Hispano-Americana en 1898, en la cual Estados Unidos se estrenó como potencia mundial. 

La lucha independentista en Cuba se desplegó entre 1868-1878 y, luego de un “reposo turbulento” se reinició en 1895. Ese tramo final estuvo estrechamente ligado a Estados Unidos por la presencia allí de cientos de patriotas cubanos, la intensa actividad política desplegada por José Martí y la organización de varias expediciones para enviar armas y hombres a la isla. 

La vigencia de los acontecimientos de Cuba en la sociedad norteamericana, ampliamente reportada por la prensa norteamericana, no por generosidad respecto a la población de la Isla, sino para soliviantar los ánimos contra España, se sumó la determinación del presidente William McKinley de concretar la aspiración de apoderarse o controlar el naciente país. 

El Congreso apoyó aquella estrategia a la cual, en las personas de dos prohombres de los medios estadounidenses: William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, la prensa se sumó al establishment, tal como ahora hizo por Hillary Clinton. “Los arboles les impidieron ver el bosque”. 

La buena noticia es que el asunto tiene solución. En algún momento las tendencias que, impulsadas por el progreso y las modernas tecnologías, darán lugar a diseños comunicacionales que, de alguna forma, impondrán otros estilos y maneras de hacer y vivir el periodismo. 

Las tecnologías de la comunicación no solo quiebran los monopolios mediáticos asociados a las oligarquías en las repúblicas bananeras y los gobiernos autoritarios, sino también el ejercido por los paradigmas de la gran prensa americana. 

No es para alarmarse. No es inminente, pero llegará el momento en que los sitios digitales, las páginas Web, los portales, las redes sociales, los correos electrónicos y otras formas de comunicación social y difusión de la información que surgirán, estén en condiciones, no de desplazar a los grandes medios, pero sí de influir o condicionar su desempeño. 

El periodismo ciudadano, las plantas de radio y televisión medianas y los periódicos regionales, grandes o medianas tiradas, pero independientes, al estilo de ¡Por Esto!, no solo sobreviven en el presente, sino que tienen futuro. Allá nos vemos. 

*Este artículo fue escrito para el diario mexicano ¡Por Esto! Al reproducirlo o citarlo, indicar esa fuente